Nota:
En la entrada de hoy hago mención innumerables veces a la serie de
la HBO The Wire y a unos cuantos
personajes que aparecen en ella. Quiero pensar que todo el mundo ha
visto esta joya; si no es así tampoco pasa nada. No dejes de leer.
Tan sólo tienes que saber que The Wire va de drogas. De policías y
de traficantes. De yonkis y de políticos, casi todos ellos
corruptos. En definitiva, The Wire va de Baltimore.
Por
todos es sabido que Stringer Bell era un tipo inteligente. No se
llega a controlar el tráfico de drogas de todo West Baltimore así
como así. Stringer era diferente a los demás. Demasiado diferente.
Asistir a clases de macroeconomía en el Baltimore City Community
College ocupaba parte de su rutina diaria. También leer “La Riqueza de las Naciones”, de Adam Smith.
Os
preguntaréis por qué un traficante de drogas se pasaba el día en
una universidad pública en vez de bañarse en piscinas llenas de
billetes. La explicación es sencilla. Si manejas una empresa de
decenas de miles de dólares, lo más sensato es querer hacerlo
bien, y para ello se necesita cierta formación. Steven Levitt
explica de maravilla un caso real en el capítulo 3: “¿Por qué
continúan viviendo los traficantes de drogas con sus madres?” del
libro Freakonomics. Libro que, por cierto, recomiendo al 100%
para entender mejor como funciona la economía real. Sin modelos
macro ilegibles ni fórmulas matemáticas. Para todos los públicos.
Pero
vamos, que me desvío del tema. ¿Era Stringer Bell un fanboy
de nuestro querido Adam Smith? ¿Tomaba decisiones respecto al crack
basándose en lo que leía en ese libro? ¿Era la mano invisible
la que decidía el precio de la droga en Baltimore? Evidentemente lo
de colocar el libro en casa de Stringer es puro postureo de los
productores de la serie. O el primer libro medio famoso de economía
que se les ocurrió, supongo.
Pero
ya que sale a escena, os voy a hablar un poco de ese tal Adam Smith.
Es considerado el primer economista moderno de la historia y uno de
los mayores exponentes de la escuela clásica. Con respecto al libro,
lo publicó en 1776. En él analizó como influían diversos factores
en el crecimiento económico de un país. Os habréis fijado que
antes he hecho mención a una tal mano invisible. Ésta fue una
metáfora acuñada por Smith refiriéndose a la capacidad que tiene
el libre mercado de autorregularse para llegar a una cantidad y
precios de equilibrio óptimos.
Pero
casi mejor que volvamos a Baltimore, que he empezado el post
hablando de drogas y no sé cómo he llegado a la economía clásica.
Como
os estaba contando, Stringer tenía un gran negocio entre manos. Y
además iba a la uni, con lo cual sabía lo que se hacía (¿?). En
esas clases aprendía, por ejemplo, que algunos productos tienen una
demanda más elástica que otros. Es
un concepto muy sencillo. Si cuando sube el precio de un producto la misma gente sigue comprándolo, quiere decir que tiene una
demanda muy inelástica. Análogamente, si al subir sólo un poco el
precio de un producto su demanda cae en picado, se dice que tiene una
demanda muy elástica. ¿Qué
creéis, que el crack
de Baltimore es un bien elástico o inelástico?
Tendríamos que hablar con Bubbles,
pero intuyo que la droga es un bien bastante inélastico por culpa de
la gran adicción que crea. Entonces, ¿acaso Stringer subió el
precio del crack? O más bien dicho, ¿debería haber subido
el precio del crack con tal de maximizar su beneficio?
Depende. La elasticidad de la demanda no lo es todo. Nuestro protagonista también aprendió en sus clases de economía que hay que tener en cuenta otros muchos factores.
Tenía que tener en cuenta también a
los proveedores. ¿Podían elegir a quién comprarle la droga?¿Podían
ganar poder de negociación de alguna forma? Esto podría abaratar
los costes, algo fundamental en cualquier empresa. Parece ser que en Baltimore la
encargada de que entrara la droga era una
mafia del este de Europa que controlaba el puerto de la ciudad,
aunque no queda del todo claro si este era el único punto de
entrada.
Además de tener en cuenta a
proveedores y clientes, Stringer también tenía que vigilar a la
competencia. A los que vendían un producto como el suyo. No es lo mismo estar en competencia perfecta que en un
monopolio, ¿verdad? ¿Eran ellos los únicos que vendían droga en Baltimore?
Ya vimos que no. Por lo menos habían dos bandas más. Se encontraban en una situación de oligopolio, hablando de una forma más técnica.
Habría que
analizar más en profundidad como era la competencia, pero
seguramente lo ideal habría sido montar una especie de cártel
(alianza), con tal de que no se creara una guerra de precios que
provocara que éste cayera. Se me antoja complicado, pero, que bandas
rivales con armas de por medio fueran capaces de formar este tipo de alianzas. Quién sabe. Pero el problema de la competencia no
acabó aquí.
No sólo había que preocuparse de la competencia que
tenían en aquel momento. También de la que potencialmente podía
entrar al mercado. En efecto, nuestro amigo Marlo entró en
escena. ¿Podía evitar Stringer que una nueva banda le ganara cuota
de mercado? Bueno, creo que Pepephone no le ganó cuota de mercado a
Movistar a base de cargarse gente, así que dejaré esta parte de
análisis a alguien especialista en guerras callejeras. Hay que
decir, pero, que en ambos casos lo que tenemos son barreras de
entrada a un determinado mercado que se deben analizar.
Por último, Stringer sólo tuvo una cosa más de la que preocuparse. El
producto. The product, como lo llamaba él mismo. No podía
permitirse que su producto fuera de peor calidad que el de los demás.
O, por lo menos, si lo era, que esto no fuera apreciable para los
compradores. Esto último tiene que ver con
problemas de información incompleta que derivan en problemas de
selección adversa. Da para otra entrada entera, así que lo dejaré
aquí.
Tengo que deciros que seguramente nuestro peculiar protagonista no tuvo en cuenta otros muchos factores que también eran importantes en el funcionamiento de su empresa. Pero que queréis, iba al Community
College, no a Harvard. Para él no fue fácil
manejar el negocio de la droga en Baltimore. Pero lo hizo, os dije
que era un tipo inteligente. Durante un tiempo, fue el jefe de West Baltimore. ¿Sus problemas? Vinieron por otra parte... y hasta aquí puedo leer.
No puedo (ni quiero) acabar una entrada sobre Baltimore sin mandar un gran abrazo a mi amigo Jimmy McNulty.
Alejándome ya de Baltimore y ahora sí para terminar, todo eso con lo que Stringer Bell tenía que pensar son cosas con las que cualquier persona con un negocio (grande o pequeño) tiene que lidiar en el día a día de su empresa.
Es obvio que no todos los que la tienen han estudiado economía, y ni
mucho menos han leído a nuestro colega Adam Smith, pero entienden (o
deberían) todos los conceptos que hoy he mencionado aquí. Porque
precisamente de ello depende la supervivencia de su negocio.
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