En
Julio de 1944, en plena II Guerra Mundial, representantes de 45
gobiernos de la parte de los aliados se juntaron en un complejo
hotelero llamado Bretton Woods (Estados Unidos). El contexto ecnómico aún estaba marcado por la
gran depresión tras el crack de 1929. Era una época en la que el
funcionamiento del sistema monetario internacional era catastrófica.
En los acuerdos de Bretton Woods se establecerían las normas del
juego para las futuras relaciones comerciales y
financieras entre los países más industrializados. Y como
herramienta para ello se crearían las denominadas "gemelas de Bretton Woods",
es decir, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y Banco Mundial.
El
FMI tendría como principal objetivo crear un marco sin crisis
en los sistemas monetarios,
para ello promovería la cooperación monetaria internacional. Además,
como su nombre indica, la institución era también un fondo al que
los países miembros que necesitaban financiamiento temporal podían
recurrir para superar los problemas de balanza de pagos (la
diferencia entre lo que un país en concreto gasta en otros países y
la cantidad que otros países gastan en ese país). En conclusión, lo
que el FMI buscaba era la expansión y crecimiento del comercio
internacional.
Con
el paso de los años el FMI ha ido atrayendo a más países. Actualmente
consta de 188 países miembros. Pero no podéis estar más equivocados
si creeis que las decisiones del fondo se toman entre todos y valiendo
lo mismo las opiniones de cada uno. En el FMI la capacidad de decisión
corresponde a la cantidad de dinero que cada país aporta
anualmente al fondo, es decir la cuota. A cada miembro del FMI
se le asigna una cuota que en general corresponde al tamaño de la
economía del país en relación con la economía mundial.
En resumen, los países ricos pagan más, lo que les da un mayor
poder de decisión. Las decisiones se toman por una mayoría
calificada del 70%, aunque algunas decisiones más importantes se
hacen mediante una mayoría cualificada del 85%.
Actualmente
el papel del FMI, además de dar préstamos a los países
necesitados, es la de asesorar. Para que no entendamos, se dedica a
dar recetas para que el “bienestar” de las economías mejore.
Pero no se trata de un consejo cualquiera, el poder que en este
sentido tiene el FMI es enorme. Sobre todo porque a la hora de dar
los préstamos a los países que los solicitan, la ayuda no se concede
gratuitamente. Para poder recibir la ayuda los países receptores se
ven obligados a seguir una estricta receta, tienen que ceder el mando de sus economías. Pero esto no acaba aquí, a menudo para
que un país pueda obtener ayuda de la UE o del Banco Mundial, el FMI
tiene también que aprobarlo. Así que, en ese sentido, tiene un poder
desproporcionado.
En
primer lugar el FMI obliga a los países a sanear los presupuestos
públicos y proponiéndoles para ello una política de austeridad en
la que da igual cuanto se recorte de los servicios sociales. Lo
importante es que creen un superávit lo antes posible para que
puedan devolver la deuda externa a los países ricos. Por otra parte
si a los países más desarrollados les interesa entrar en los
mercados de los países receptores les chantajean y estas tienen que
liberalizar sus economías, abrirlas al mercado internacional. Para
llevan a cabo políticas de flexibilidad laboral, en las que cada vez
más conceden al empresario el poder de hacer lo que les dé la gana
con los trabajadores.

Uniendo
las explicaciones de los párrafos anteriores podemos entender el
porqué de la situación económica internacional actual. El poder
del FMI es inmenso y la toma de decisiones refleja la posición
relativa de cada país miembro en la economía mundial. Como dato
particular Estados
Unidos tiene el 16,74% con lo que este sistema le da un poder de veto. Sabiendo
esto es fácil de entender que las recetas del FMI no tienen el único
objetivo de sanear la economía del país receptor, sinó que con
estas obligaciones que indirectamente impone, está creando un marco
internacional que favorece los intereses de los países más ricos.
En
2002 el premio nobel en economía
Joseph Stiglitz escribió “El
malestar en la globalización”. Después
de formar parte del gobierno de Clinton y del Banco Mundial, conociendo por tanto este mundillo por dentro, el economista americano hace una
amplia crítica al FMI y hace un especial hincapié en el papel
fundamental de los intereses creados: los financieros, los de las
grandes empresas. Cuando el representante de un país actúa en la
toma de decisiones del FMI lo hace defendiendo los intereses de las
grandes empresas de su país, pues estas ejercen una gran presión en el
gobierno. Tampoco es casualidad que tantos secretarios vayan a
parar altos puestos de empresas y bancos cuando abandona dicha
función.

El
próximo 3 de Marzo el eje del mal viene a Bilbao y nos sobran
razones para salir a la calle y demostrarles que aquí no son
bienvenidos, que no nos gusta el juego al que juegan y que queremos
cambiar las reglas.
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