Hace
ya unos cuantos años que uso de llavero una moneda un poco antigua (en la foto, como era originalmente).
Es una moneda de 5 pesetas del año 1873 que mi abuelo, mientras
trabajaba, encontró enterrada en la tierra. Se trata de una moneda
bastante grande, de unos 4 cm de diámetro, y es de plata. No soy ni
mucho menos experto en materiales y tampoco he ido a que algún
experto me lo diga. Simplemente sé que durante esa época en España
existía algo denominado patrón bimetálico (de oro y de plata). En
otros países, en cambio, e imagino que más cools,
se llevaba el patrón oro a secas.
Fue durante el siglo XIX cuando se
popularizó todo esto del patrón oro. Sin embargo, hacía ya muchos
siglos que se usaban estos metales preciosos como moneda. Los
romanos, por ejemplo, ya lo hacían. En la Edad Media y la Edad
Moderna era normal el uso de monedas de plata. Incluso Newton, en
1717, en su etapa como director de la casa de la moneda inglesa (sí,
sí, sir Isaac Newton, el de la manzana y la gravedad), fijó una
relación entre las monedas de oro y los peniques de plata. La lió
parda e hizo que las monedas de plata desaparecieran de la
circulación, pero esa es otra historia.
Yendo ya a la definición en sí, el
patrón oro no es más que un sistema monetario por el cual el valor
de la moneda de un país está ligada a una cierta cantidad de oro.
Así de sencillo. Tanto oro, tanto dinero había en un país. Los
bancos centrales no podían simplemente coger papel y darle valor,
como pasa hoy en día con el dinero fiat. Si querían emitir
papel moneda, éste debía estar respaldado con oro en forma de
reservas en el Banco Central. Al menos en teoría.
Había, pero, un problema. La moneda
más pequeña de oro era demasiado dinero. Incluso el sueldo de
varios días para un obrero. Esto, obviamente, era muy poco útil
para ir a comprar el pan, por ejemplo. Es por esto que durante el
siglo XIX casi todos los países optaron por un patrón bimetálico y
no fue hasta las últimas décadas de éste que los países fueron
pasándose al patrón oro único.
Para no cansaros con historias de
balanzas de pagos y otras cosas raras y aburridas, tan sólo mencionar que
este sistema monetario se mantuvo de aquella manera solamente al
principio del siglo XX. Más tarde, con los acuerdos de Bretton Woods
(1944), se buscó volver a un sistema parecido, pero en 1971 Nixon
suspendería, y esta vez para siempre, la convertibilidad dólar-
oro, acabando así con este sistema monetario y entrando de lleno en
la época del dinero fiat tal y como la conocemos hoy en día.
Como apunte hay que comentar, pero,
que el patrón oro no era un sistema fijo definido igual en todos los
países. Cada uno tenía sus características e incluso en un mismo
país iba cambiando de forma durante los años. Así pues, cuando se
habla de que todos los países tenían el patrón oro como forma de
sistema monetario, no quiere decir que todos funcionaran igual.
Como con cualquier tema, habìa (y hay) defensores y detractores del patrón oro.
Los defensores centran su postura en que con este sistema se controla que los bancos centrales no
impriman dinero como locos (lo que pasa hoy en día), impidiendo así
que una moneda se devalue con el paso de los años. Pensad, por
ejemplo, en lo que se podía comprar con 10 dólares hace 50 años y
lo que se puede comprar hoy en día para daros cuenta de lo que esta
moneda se ha ido devaluando con el paso del tiempo.
Los detractores, sin embargo, dirán
que es un sistema que como la cantidad de oro que existe es fija, no
es viable con el crecimiento económico mundial, ya que produciría
deflación de precios. Además es un sistema que impide al gobierno arreglar
algunas situaciones a través de la política monetaria.
La verdad, y viendo lo inútiles que
llegan a ser los policymakers,
creo que lo ideal sería volver a un sistema parecido al del patrón
oro. Que haya algún factor externo que controle la oferta monetaria
de un país es clave para que no se vivan, por ejemplo, situaciones
absurdas de hiperinflación como las que ya comenté una vez en este
mismo blog.
No quiero acabar el post de hoy sin
explicaros una situación que por lo menos a mi me pareció curiosa
la primera vez que la escuché en clase de Historia Económica
Contemporánea.
En Francia, la casa de la moneda
estaba obligada por ley a suministrar monedas acuñadas de oro o de
plata siempre que alguien entregara oro o plata de una determinada
calidad. Además, el cambio oficial estaba fijado en 15 y medio a
uno, es decir, una onza de oro equivalía a 15 onzas y media de
plata.
Sucedía sin embargo un hecho curioso.
El cambio oficial francés no tenía por que ser igual al cambio de
mercado. Era parecido, pero no igual. Esto se producía porqué el
cambio oficial era fijo, marcado por algún decreto o ley de la
época, y, sin embargo, el cambio de mercado era variable. Variaba
día a día, dependiendo de factores externos, como el descubrimiento
de minas de oro, lo cual hacía que la plata se apreciara, o de minas
de plata, provocando el efecto contrario, entre otros.
Esto, evidentemente, tenía
consecuencias. Si el banco francés tenía como cambio oficial 15
onzas y media de plata a cambio de una de oro y el mercado daba 16,
¿qué hacían los más avispados? Sencillo.
Primero, se importaban 15 onzas y
media de plata. Después, se llevaban a la casa de la moneda francesa
y se le pedía por favor (siempre por favor), que si podían acuñar
esa plata para tenerla en forma de moneda francesa. A continuación,
se intercambiaba esa moneda de 15 onzas y media por una de oro de
igual valor, es decir, por una moneda de oro de una onza. Por último,
exportaba esa moneda de oro a cambio de 16 onzas de plata, ya que ese
era el cambio de mercado.
El resultado salta a la vista. Media
onza de plata por la cara. A esto se le llamaba arbitraje y había
muchos incentivos para dedicarse a ello en la Francia del siglo XIX. Este arbitraje tenía consecuencias en la circulación de las monedas en el país y no siempre se podía llevar a cabo por culpa de otros costes, pero como creo que ya me he enrollado demasiado, por hoy lo vamos a dejar aquí.
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